Colombia, crónica de unas vacaciones – Capítulo 8
27 de junho de 2016 nosoymarcelo
AL ENCUENTRO CON BOTERO Y ALGO MÁS…
Entre las manos de un perro de Botero, dos vendedores escoltan a una niña
MEDELLÍN, VIERNES 29 DE ENERO DE 2016
Había llegado el momento de comenzar a explorar Medellín, motivados por todo lo que habíamos leído y escuchado antes mismo de decidir nuestro viaje para Colombia. Una vez que hemos desayunado en el hotel, con las infaltables arepas, recorremos unas pocas cuadras y, casi por casualidad, nos encontramos frente al Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe (Carrera 51). Al entrar, una amable encargada nos da la bienvenida y nos explica cómo deberíamos conocer este grandioso local para sacar mejor provecho de nuestro tiempo y recorrido. Casi de inmediato nos dimos cuenta que no podríamos haber empezado mejor nuestra aproximación a la ciudad, cuyos atractivos son tantos y variados: ¡La muestra que estábamos visitando era tan representativa! Un palacio de tres pisos de características arquitectónicas eclécticas y hermosas, de gran funcionalidad; de una disposición espacial y objetual que hace que los visitantes circulen con facilidad, y los funcionarios que laboran ahí no sean distraídos, además de las posibilidades para apreciar, admirar, fotografiar o filmar los distintos objetos y detalles arquitectónicos únicos, sin considerar las posibilidades para aprender y gozar estéticamente de sus pinturas, esculturas y de otras expresiones culturales. Así –nosotros, los visitantes de otros lares-, comenzábamos a nutrirnos de esa energía especial que tiene esta ciudad, dimensionada aún más cuando desde la terraza pudimos deslumbrarnos con la urbe y el entorno geográfico que abriga a Medellín. Muchas y buenas fotografías pudimos tirar desde este mirador estratégico.
Tauromaquia botereana.
Avanzada la mañana, nos dirigimos al Parque Botero –contiguo al Palacio- donde se exhiben al aire libre 23 esculturas del gran maestro Fernando Botero, hijo predilecto de esta ciudad. Parque repleto de visitantes nacionales y extranjeros, de vendedores, de pueblo también. La mayoría de turistas no dejan de admirar estas magníficas obras y se disputan –como nosotros- los espacios junto a sus esculturas favoritas a fin de tener un recuerdo fotográfico. Al respecto, pudimos observar de todo esa mañana: personas que tiran selfies; otras que, junto a su familia, pareja o seres queridos se arremolinan en torno de la obra; también las hay las que se creen estrellas o modelos; vimos niñas y niños graciosos; jóvenes atrevidas, queriendo dar sentido a sus imaginarios, experimentar, o sorprender. ¡Hay una explosión de sentidos que ni el más experto semiólogo habría presupuesto! Es una atmósfera viva y contagiosa que redime con sus formas.
Admirando Medellín desde la terraza del Palacio de la Cultura.
Allí, frente al Parque Botero, se levanta el Museo de Antioquia, fundado en 1881. Alberga en su seno esculturas, pinturas, fotografías, dibujos, caricaturas y otros objetos representativos del arte contemporáneo, republicano, colonial, prehispánico. Exhibe, por cierto, muchas obras (188) de Fernando Botero en sus diferentes facetas (pintura, escultura, bocetos, dibujos, etc.). Conocer la afición y visión taurina del maestro paisa –expresada en la pintura expuesta aquí- fue una gran sorpresa para nosotros, además de otras temáticas que son constantes en la producción botereana. Incluso existe hasta una sala con elementos animados, inspirados en la obra del maestro, con la finalidad de atraer al público infantil; idea ejemplar para cautivar mediante el arte. Además de la presencia estética de su más afamado artista en este museo, y las variadas muestras de riqueza cultural de Antioquia y del país, nos pareció muy didáctico que existiesen algunas salas en donde el público pudiera nutrirse de información complementaria a través de producciones audiovisuales atinentes a las principales temáticas que se exhiben en las secciones de este gran museo.
Todo por Botero…
En los exteriores de este paradigmático edificio, el visitante o la ciudadanía que transitan por estos lugares bien pueden hacer uso de los servicios de restaurante y de cafetería o, incluso, comprar algunos recuerdos en el local adosado al museo. Por nuestra parte, estimamos que las visitas, los aprendizajes, las experiencias, el gozo de todo cuanto habíamos tenido la oportunidad de ver y sentir en ese día compensó con creces las expectativas que sobre esta ciudad nos habíamos forjado. Y con estas sensaciones caminamos de regreso para el hotel, cuando la noche se avecinaba.
Preciosismo y mistura arquitectónicos en el Palacio de la Cultura de Medellín.
Vista parcial al entorno del Parque Botero desde el Museo de Antioquia.