CRÓNICA DEL CHILE QUE CONOCIMOS – Parte IX

11 de setembro de 2013 Processocom

Alberto Pereira

El tiempo de nuestras vacaciones se iba acortando. Nos quedaba apenas un día útil para conocer algo más del archipiélago. Esta vez viajamos 27 km. en autobús hacia noreste de Castro para dirigirnos a Dalcahue (Lugar de Dalcas, embarcaciones); paso obligado para visitar la Isla de Quinchao, destino final de ese día. Desembarcados en Dalcahue, recorrimos un pequeño trecho para ir a conocer una de las iglesias más interesantes de las que ya habíamos visitado: Nuestra Señora de los Dolores. Revestida exteriormente de tejuelas de alerce, esta construcción de madera de interior neoclásico, sostenida por columnas dóricas, posee una imaginería pequeña como la mayoría de estas iglesias, y algunas referencias fotográficas de su historia en la pared de la nave izquierda. Además, adentrándose en la sacristía, se pueden apreciar algunas muestras museísticas del lugar, que son cuidadas con mucho selo.

Tomadas las fotos de rigor en el interior y exterior de la iglesia, cruzamos el pequeño espacio del frente para visitar brevemente un pequeño museo de la municipalidad, para luego dirigirnos hacia el muelle y contemplar el mar picado del canal, mientras un viento poderoso nos hacía tambalear en la orilla. Buscamos un lugar para almorzar y allí nos dimos un festín gastronómico con potajes lugareños. Antes de despedirnos de Dalcahue, teníamos que visitar uno de los lugares más socorridos por mi compañera y también por mí: la feria artesanal; sitio donde uno puede formarse una idea de la cultura de sus habitantes y comprar algún recuerdo. Ahí, una de las señoras vendedoras terminó persuadiéndome para que comprara una tejuela de alerce con una representación mitológica que  había sido parte de una casa centenaria.

Para ir a la Isla de Quinchao era menester, inicialmente, tomar un autobús, recorrer un trecho  corto para esperar que un transbordador hiciera su trabajo en el canal por unos diez minutos y nos pusiera, otra vez, sobre ruedas para emprender el recorrido por la isla, que ofrece al visitante sus  paisajes bucólicos y dos pequeños poblados de interés: Curaco de Velez y Anchao. Nosotros fuimos hasta Anchao que queda como en la mitad de la isla, a unos veinte kilómetros de Dalcahue. Nuestra intención era llegar hasta el otro extremo de esta isla; pero apenas si tuvimos tiempo para tomar unas fotos en Anchao y retomar en el último autobús que nos devolviera a Castro. El pesar que tuvimos es que en esta población no pudiéramos conocer la iglesia de madera más antigua de Chiloé (1754), porque a esa hora estaba cerrada. Apenas si pudimos apreciarla desde afuera. De regreso, nos quedaba por completar la jornada de ese día visitando Curaco de Vélez, puesto que desde allí era factible tomar otro autobús; sin embargo, una lluvia pertinaz –muy común en esos lares- nos impidió que lográramos nuestro cometido, y tuvimos que contentarnos con mirarla desde el vehículo, que en una hora, más o menos, ya nos devolvió a Castro, para que comenzáramos a preparar nuestro regreso a casa.

Você pode conferir a continuação de “Crónicas del Chile que conocimos” todas as quartas-feiras aqui no site do Processocom.

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